¿QUÉ ES EL TEJIDO DE SERPIENTES?
La energía es un potencial de trabajo. Al canalizarse a través de los organismos vivos, la energía física se transforma en energía vital. Los antiguos mexicanos le llamaron en náhuatl I’iotl y en maya Ik’, “aliento, vida, espíritu”. No es algo mágico, simplemente significa el potencial de trabajo y percepción de los seres vivos.
La energía vital es responsable de que percibamos el mundo. Así como podemos cultivar los músculos y el intelecto, podemos cultivar la energía vital. El resultado es una percepción más amplia y profunda de la realidad. A este efecto le llamamos desarrollo de conciencia.
El desarrollo de la conciencia era el objetivo primario de la religión del México antiguo. Por eso generó miedo y repulsión en los advenedizos cristianos – no olvidar que las creencias cristianas predican que el conocimiento es un pacto con la serpiente.
Los anahuacas representaron el tejido de energías como haces de serpientes. Así lo ves en el siguiente relieve totonaca que retrata al jugador de pelota primordial (llamado en el Popol Vuh Juanjpu) al que los poderes del inframundo le cortaron la cabeza. Sin embargo, su nahual, Shbalanke, la substituyó por una cabeza espiritual, lo cual le permitió seguir jugando hasta que encajó la pelota.
Los antropólogos oficialistas interpretan este relieve como un pobre diablo al que sacrificaron en honor a los dioses, y que por milagro siguió sentado y saludando.
Frank Díaz
SEÑORES DE VENUS
Respuesta a Mónica Núñez: “Ayudaría mucho la etimología de los títulos”.
Por lo general, los pueblos les dan a sus avatares títulos relacionados con el Sol, las estrellas o Venus, para enfatizar su función como iluminadores en la oscuridad. Por ejemplo, el título persa Zoroastro o Zarathustra se forma de las raíces indoeuropeas Sor, Sar, “señor”, y Astro, Ushtra, “astro”, específicamente, Venus.
Lo mismo el título de Cristo, formado de la raíz Crhe, “señor”, y un nombre mediterráneo de Venus, Isto, adaptación de Ishtar o Astar.
Encontramos algo parecido en Krishna, título formado de la raíz Kri, referente a la oscuridad de la noche, y el título Naw, “sabio, chamán”.
Un caso interesante es el nombre genérico de los avatares celtas, Mirddin, de la raíz Mir, “luminoso, maravilloso”, que obviamente se asocia a los astros. En la actualidad lo conocemos como Merlín.
El mismo sentido esconde el título quechua Wirakocha, compuesto de Wira, “brillo” y Kocha, “mar” – sobreentendiendo el mar celeste.
En el caso del náhuatl Ketsalkoatl y el maya K’uk’ulkan, significan directamente “Venus”. Lo representaban como una serpiente emplumada, pues las plumas simbolizaban el brillo, mientras que la serpiente, por sus movimientos sinusoides, representaba los ciclos de los astros.
Frank Díaz